Si alguien nos dice ‘no pienses en un elefante rosado’, lo más probable es que, lo primero que se nos venga a la mente sea precisamente la imagen de ese animal en ese particular color. Incluso si nunca hemos visto uno así en la vida real. Este fenómeno es lo que en psicología se conoce como la paradoja del elefante rosado y se utiliza para ejemplificar el mecanismo que usa nuestro cerebro cuando intentamos bloquear un pensamiento. Mientras más nos esforzamos por deshacernos de él, más intensa pareciera volverse la imagen mental del elefante. Lo mismo ocurre con los pensamientos involuntarios y negativos. Por eso es importante saber qué son los pensamientos intrusivos y cómo detenerlos.
Los pensamientos intrusivos son precisamente imágenes o ideas que, de forma inesperada e inexplicable, se nos aparecen y nos generan una sensación de desagrado e incluso angustia.
Y, tal como ocurre con la paradoja del elefante rosado, cuando tenemos en mente una idea o pensamiento desagradable, intrusivo e intentamos suprimirlo, el efecto que generamos es el opuesto. Lo amplificamos y los volvemos todavía más persistentes.
Si bien los pensamientos negativos son algo que todos experimentamos, aquellos que son intrusivos tienen la característica de ser realmente perturbadores. Esto hace que, por lo general, las personas se esfuercen por suprimirlos produciendo el efecto del elefante rosado: al intentar reprimirlos terminan haciéndolos muchas veces todavía más persistentes.
Es por esto que, para enfrentar pensamientos intrusivos, lo más importante es aprender a reconocerlos como tales. Así podemos tomar acciones que nos permitan abordarlos de forma efectiva sin generar mayor ansiedad ni agudizando sus efectos. Cuando sabemos que estamos frente a un pensamiento intrusivo es importante recordar que, por muy disrruptivo que pueda parecer su contenido, en la mayoría de los casos, este no tiene un significado particular y no son un motivo para sentirse avergonzado o preocupado.
Incluso cuando sabemos que un pensamiento intrusivo no puede hacernos daño, su sola presencia puede percibirse como algo capaz de perturbar nuestra calma simplemente porque tienen la habilidad de abrirse un espacio en nuestra mente incluso cuando intentamos cerrarles todas las puertas.
Por eso, más que evitar que entren, las mejores estrategias ponen el foco en cómo abordar nuestras emociones y nuestro comportamiento cuando estas ideas se nos vienen a la mente para despejarles el camino. Y así, permitir que los pensamientos intrusivos puedan salir tan rápido como llegaron.
Evita:
- Suprimir el pensamiento. Recuerda que hacerlo produce el efecto contrario y lo magnifica.
- Atribuirle un significado a su contenido o a las imágenes que se te vienen a la mente.
- Creer que esos pensamientos te representan o representan tus deseos o sentimientos.
Intenta:
- Etiquetar el pensamiento como intrusivo
- Reconocer la diferencia entre lo que es solo un pensamiento y la realidad.
- Identificar cuáles son las situaciones que gatillan para ti pensamientos intrusivos.
- Hablar sobre lo que te pasa como parte de una terapia o con tu círculo cerano. Permite disminuir la sensibilidad frente al pensamiento.
Al desvincularnos de los pensamientos intrusivos, dejamos de identificarnos con ellos y aprendemos a verlos como lo que realmente son, solo ideas abstractas y pasajeras. Esto nos ayudará no solo a reducir la intensidad de las emociones negativas que pueden surgir con este tipo de pensamientos sino que, incluso, puede disminuir la frecuencia con la que estas ideas tan desagradables y confusas se cuelan en nuestra mente.
Es esperable que un pensamiento intrusivo que hemos experimentado una vez vuelva a venir en algún momento, ten paciencia y, con calma, retoma tus actividades dándote el tiempo que necesites. Recuerda que los pensamientos intrusivos son automáticos y no dependen de ti ni de tu voluntad. Acéptalos como tales y deja que entren en tu mente y salgan libremente sin oponer mayor resistencia.
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