Probablemente recuerdas que, durante los primeros meses de pandemia de Covid-19, la falta de información acerca del virus y la incertidumbre, sumadas a las largas cuarentenas y los efectos del encierro, tenían a muchas personas viviendo al límite y con altísimos niveles de estrés. Una forma de sentir que recuperábamos de cierta manera el control y la seguridad en nuestras vidas en medio del caos era estar constantemente consumiendo y recibiendo nuevos datos sobre lo que estaba pasando afuera en una especie de adicción a las malas noticias. Comunicándonos constantemente con la familia y los amigos, recibiendo información sobre nuestra propia comunidad pero, también, informándonos de lo que ocurría en otras ciudades, países vecinos e incluso en otros continentes.
En este contexto dominado por esta adicción a las malas noticias es que surgió el doomscrolling que podría traducirse como condenarnos a nosotras mismas por el solo acto de avanzar y continuar leyendo ese contenido pesimista y abrumador.
El doomscrolling podría definirse como una forma de adicción a las malas noticias. Y si bien se trata de un concepto nuevo, en realidad da cuenta de un comportamiento profundamente arraigado en los seres humanos que tiene relación con nuestro instinto de superviviencia, diseñado evolutivamente para protegernos. Informarnos de posibles amenazas es una forma de adelantarse al peligro para así poder evitarlo.
En la mayoría de los casos estos peligros no son relevantes para nuestra realidad inmediata e incluso, cuando lo son, basta con conocerlos y luego continuar con nuestra rutina. ¿El problema? A diferencia de lo que ocurría en el pasado, hoy las fuentes de información son prácticamente infinitas. Podríamos pasar días enteros haciendo scrolling en un tablet o smartphone alimentando esta adicción a las malas noticias en redes sociales.
Y, una vez que caemos dentro de la espiral, se vuelve muy difícil salir. Según aclara el activista Eli Pariser en una Charla Ted en la que explica el efecto de lo que él llamó Filtros Burbuja, las redes sociales y motores de búsqueda más grandes poseen algoritmos complejos que les permiten identificar la información de nuestra preferencia para así, continuamente, entregarnos más de lo mismo. De esta forma mantienen a los usuarios absortos consumiendo contenido, en este caso, fomentan la adicción a las malas noticias.
Para proteger nuestra salud mental es clave identificar este hábito o adicción a las malas noticias —sobre todo si revisamos información y redes sociales antes de dormir— porque ese es el primer paso para detenernos. Se ha demostrado que el consumo compulsivo de malas noticias aumenta los niveles de ansiedad, incrementa la incidencia de depresión y causa interrupciones en el sueño.
Existen muchas prácticas que podemos implementar para mejorar nuestra relación con las redes sociales, la información que nos entregan y erradicar la adicción a las malas noticias:
- Establece un horario fijo para revisar noticias en el día.
- Realiza una actividad que te de una sensación de tranquilidad luego de terminar de informarte.
- Preferir medios digitales por sobre redes sociales para consumir información noticiosa.
- Usar los filtros burbuja a nuestro favor y dejar las redes sociales para la recreación y los contenidos positivos y agradables.
Si sentimos que nos ahogamos en un mar de malas noticias, la buena es que siempre es posible salir. Es importante recordar que el doomscrolling es una conducta a la que todos tendemos. Para algunos es un comportamiento más arraigado que para otros pero, con paciencia y poniendo en práctica estos consejos, la adicción a las malas noticias es un hábito que podemos erradicar de nuestra rutina.
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