Hace mucho tiempo que tenía ganas de escribir acerca de este tema ya que me llama la atención cómo muchas veces en relación a diversos asuntos en donde las protagonistas somos nosotras las mujeres, las críticas y juicios no vienen de parte de los hombres, sino de nuestro propio género; las cuales podemos ser incluso mucho más crueles y descalificativas de lo que sería el sexo opuesto. Conclusión: Las mujeres deberíamos apoyarnos más entre nosotras
Sorprende cómo aún en nuestro país más que apoyarnos entre nosotras somos al contrario, sumamente críticas. Es algo que ha formado parte de una especie de paradigma colectivo donde aflora una evidente rivalidad que no se ve tan a menudo entre los hombres.
Lo anterior se refleja en muchos áreas, pero sobre todo en aquellos que son temas denominados “sensibles” para muchas. Por mencionar algunos ejemplos; La crianza, el parto, el peso, la lactancia, el trabajo, la familia, los hijos, la sexualidad, etc., donde he podido ver que muchas veces se juzga con extrema crueldad.
Entre mujeres, incluso con aquellas que decimos llamar nuestras amigas “nos tiramos para abajo”, cosa que no ocurre con los hombres. Aparentemente, tenemos un concepto de amistad distorsionado, algo que los hombres jamás podrán entender y algo digno de reconocer.
Lo anterior se ve en conversaciones, en el trabajo, entre grupos de amigas, las redes sociales… Es una especie de virus que está presente en la dinámica femenina.
Pongamos a modo de ejemplo el peso que pareciera ser uno de los temas más sensibles para muchas.
Si en redes sociales te encuentras una foto de una mujer muy delgada no llama la atención ni sorprende que todos los comentarios vayan en contra a ella; “Que foto más fea”, “Anoréxica”, “Que horrible la delgadez”, olvidando por completo que de lo que se está halando es de una MUJER, no de un objeto. Todos estos comentarios son de las mismas mujeres, ya que los hombres suelen mantenerse al margen de este tipo de conversaciones. No obstante si hacemos el ejercicio contrario, donde ahora aparece una foto con una mujer de talla “Plus Size” podemos ver que los comentarios apuntan a aplausos y felicitaciones, aludiendo a la frase “la mujer real” que me parece una total aberración.
¡Todas las mujeres somos reales! Flacas, rellenitas, altas o bajas, morenas o rubias. Hablamos tanto de aceptar la diversidad, de abrirse a los nuevos tiempos, pero no somos capaces de solidarizar con nosotras mismas.
Entiendo por supuesto y estoy de acuerdo en que siempre se deberían promover cánones de belleza sanos y saludables y me alegro la mayor conciencia que hay en esto, donde inclusive algunas revistas ya no utilizan el photoshop para sus modelos, pero eso no me da derecho a criticar, juzgar o herir a una mujer que sea más delgada o que para mí se vea “poco sana”.
De igual forma pasa cuando nos arreglamos y nos vemos lindas. No falta el “chaqueteo” típico con el afán de “tirar para abajo” o ridiculizar lo bien que uno se ve. Muchas clientas me lo comentan y que es algo que les pasa frecuentemente en sus lugares de trabajo u oficina, donde frases como “Por qué te arreglas tanto? (en tono burlesco), ¿Dónde está la fiesta?… etc. son parte común de esta especie de bullying de género, en vez de decirnos ¡Qué linda te ves hoy! o ¡Qué bien te queda ese color!.
Algo similar pasa con la opción de tener o no hijos, donde se mira con recelo a aquella mujer que opta por no tenerlos. Por qué juzgar? Por qué criticar? Muchas veces el fanatismo se confunde con la falta de respeto y las descalificaciones o malas palabras son simplemente el mecanismo de defensa ante la proyección de la envidia y propia carencia.
¿Por qué mejor cuando sientas el impulso de criticar a otra mujer, intenta mejor reconocerle algo positivo? ¿Se imaginan lo poderoso que sería si sólo hiciéramos ese cambio? Y sin duda lo más sensato es que si no tienes algo bueno que decir de otra mujer, mejor no digas nada. Dejemos de criticarnos las unas a las otras y seamos más sensibles y cariñosas.
Aprovecho de citar un texto de autoría de la psicóloga Karla Lara que me parece que refleja muy bien lo anterior:
“Si las mujeres nos apoyáramos más y nos criticáramos menos, seríamos mujeres más fuertes, más estables, más duraderas en todos los aspectos: salud, familia, trabajo, economía, etc., no es que ciertas actividades o hechos sean incompatibles y que eventualmente nos lleven al fracaso como: la maternidad y el trabajo; o una mujer líder en su profesión y el matrimonio; o la soltería y la felicidad; o la juventud y la madurez; o la vejez y la salud; todas esas incompatibilidades son mitos que alimentamos día a día con la falta de empatía principalmente entre mujeres, con la falta de comunicación, de intención de ayudar, de estar genuinamente interesadas unas en otras, de querer complementar nuestras capacidades e incapacidades, de formar redes reales de apoyo, de solidaridad, de entendimiento entre nosotras. No tenemos que regresar a la tribu dirigida por una matriarca, solo necesitamos confiar unas en otras, abrazarnos más, sonreírnos más, preguntarnos unas a otras que necesitamos, ofrecer lo que tenemos, manifestar y reconocer los logros de otras, rescatarnos de nuestros fracasos y ayudar a recuperarnos.
A pesar de todos los avances y de cómo la mujer ha logrado ganar un terreno que antes era sólo para hombres, no hemos logrado madurar lo suficiente para reconocer que necesitamos de otras mujeres y que juntas podemos hacerlo mejor y esto sucede en todos los círculos en los que participamos y tristemente, no siempre existe un sentido de comunión, de empatía o de comunidad que nos acerque y que nos una en nuestros objetivos e intereses en común o que nos complemente en nuestras diferencias para lograr ser más ricas en todos los aspectos”
En el caso específico de las mujeres, después de conseguir tantos espacios en el mundo político, laboral y familiar, nos hace bien seguir fortaleciendo el apoyo mutuo. Empecemos por casa. Y eso no solo implica a tu hija y a tu mamá. También a la chica que cuida a tus hijos, a la mujer que responde el teléfono por ti y lleva tu agenda, a tu colega, las señoras de la cola del banco, a la mesera y la cajera del supermercado. Aquellas que tienes al lado y que en realidad podrías ser tú.
Y es que “escoger el amor” por encima de cualquier sentimiento y emoción negativa es una fórmula que no puede fallar.
Es una elección ganadora porque nos llevará a compartir, a empatizar, a ser solidarias, colaborativas, compasivas… incluyentes.