Cada día es más común escuchar que algún familiar, amigo, colega o conocido sufre de depresión. Aún más común que alguien nos comente que se siente ansioso o ansiosa por algo al punto de patologizar esta emoción y hablar de que vive con “ansiedad” constantemente. Pero, ¿somos realmente una sociedad que sufre más por este tipo de problemas de salud mental? ¿O quizás se han vuelto términos de moda que se usan a la ligera para decir que nos sentimos tristes o agobiados?
Los Millennials, Centennials y Gen Z son parte de lo que se ha denominado como La Generación Deprimida. Y esto obedece a que registran las tasas más altas de ansiedad y depresión de las que se tenga conocimiento hasta ahora.
Según un estudio conducido por University College of London en un grupo de más de 10,000 jóvenes de 17 años, casi un 25% reportó síntomas de ansiedad y depresión.
¿Cuándo son un problema?
La ansiedad se puede definir como un sentimiento intenso excesivo y persistente de preocupación y miedo generado por situaciones de la vida cotidiana. Y si bien es normal experimentarlo en cierta medida, se vuelve indicador de otro tipo de trastornos cuando interfiere de forma determinante con las funciones de la vida diaria.
Por su parte, la depresión es una condición de salud mental seria que, según la Organización Mundial de la Salud afecta a un 5% de los adultos a nivel mundial. Se trata de una enfermedad caracterizada por sentimientos de tristeza profunda, irritabilidad y sensación de vacío interno. La OMS explica además que la depresión es distinta a una simple fluctuación de ánimo o las respuestas emocionales normales que experimentamos frente a las situaciones que enfrentamos en nuestro diario vivir.
Estas definiciones son importantes para entender que, cuando hablemos de ansiedad y depresión y de estudios y estadísticas, entendamos que efectivamente se trata de generaciones que están viviendo con condiciones de salud mental y no solamente con una moda.
Y si bien hablar sobre salud mental sí se ha vuelto la norma, no por eso se ha convertido en la causa de estos problemas que hoy salen a la luz. Por el contrario. Es gracias a la normalización de estas conversaciones que mucha gente está recibiendo la atención que necesita de forma oportuna.
Los jóvenes se ha atrevido a hacer algo que generaciones anteriores no habían logrado —y que quizás no habían tenido oportunidad de hacer— hablar de aquello que los hacía vulnerables. Y gracias a eso hoy se cuenta con más diagnósticos de ansiedad y depresión que antes. Pero también con más tratamientos y pacientes que están en camino hacia la recuperación.
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