Muchas veces por desconocimiento o simplemente por lo que estamos acostumbrados a ver y a escuchar se tiende a creer que el tema de la Imagen Personal es algo que está solamente ligado a la moda, a la superficialidad o a programas de farándula, donde hablar de la apariencia de los otros se convierte en una especie de “hobbie” escindiendo así por completo al Ser Humano que está detrás de esto y reduciendo su presencia sólo al vestuario que lleva.
Me atrevo a reconocer que uno de las grandes dificultades respecto a este oficio, y en general, sobre el tema de la Imagen Personal en sí, corresponde principalmente a que ignoramos el trasfondo más emocional que conlleva y de manera reduccionista lo solemos asociar como algo más vinculado a la trivialidad. Y la verdad es que no culpo a nadie por hacer esto, estamos acostumbrados, criados y enseñados a dejar de lado todo lo emocional para analizar las cosas con valor de “objetividad”. Lamentablemente el costo de esto en nuestras vidas es realmente tremendo. Olvidamos que somos seres espirituales, no solamente racionales y por tanto negamos parte importante de nuestro existir, donde lo anterior es un reflejo de esto, pero desgraciadamente ocurre en muchos contextos.
Y la pregunta aquí es obvia… Dónde puede estar lo emocional vinculado a algo aparentemente tan superficial como es la “Imagen Personal”. Y también al mismo tiempo es posible que surjan las siguientes afirmaciones – que son parte de nuestro “inconsciente colectivo” – y que por supuesto podrían resultar muy válidas. Algunos ejemplos; “Lo más importante es lo que tenemos dentro, es muy banal preocuparse de la imagen”, “El alma trasciende, el cuerpo no”, “Juzgar a alguien por su imagen es prejuicioso, sólo se conoce a alguien a través de la interacción y el diálogo”… Y así muchas más.
Para sorpresa de muchos, todas estas afirmaciones son válidas y muy ciertas. Efectivamente uno sólo puede hacerse una impresión fundamentada y certera de alguien a través de relaciones signficativas que se dan a través de la interacción con un otro sólo con el paso del tiempo. No obstante bien sabemos que el mundo “real” no funciona así. Ojalá tuviéramos la oportunidad, el tiempo y el interés genuino de poder conocer a las personas más allá de sus roles, de su apariencia o de su experiencia curricular.
El Ser Humano desde sus orígenes y con un fin adaptativo aprendió a emitir ciertos juicios ante los primeros estímulos visuales. Acaso ¿cómo creen que en la época de la pre-historia y de las cavernas los hombres podían reconocer si el animal que tenían al frente era concebido como una amenaza o como inofensivo? Desde nuestros comienzos nos acostumbramos a establecer juicios sobre lo que vemos en tan sólo segundos. Esto se incorporó en nuestro ADN y de ahí que nos sea imposible no dejarnos llevar por las primeras impresiones.
¿A dónde voy con todo esto se podrán preguntar?
Sólo para hacer énfasis que la imagen personal va más allá de las primeras impresiones ya que es aquel medio o vehículo que expresa la forma en cómo queremos relacionarnos, ser reconocidos, ser amados y vinculados con el mundo. Transmite nuestros gustos y por supuesto es reflejo de nuestra personalidad y en su lado más profundo de nuestro Ser
Tu imagen ofrece pistas sobre cómo eres verdaderamente en tu interior. De hecho, a través de la observación de la imagen podemos darnos cuenta de si esa proyección refleja verdaderamente quién eres (coherencia), lo que haces y tu autenticidad. De ahí que quien está sumergido en la depresión se exprese desde el descuido y desatención personal ya que la autoestima y la autoconfianza se encuentran en el olvido y por supuesto esto se manifiesta a través del abandono de uno mismo. Cuando entendemos que la imagen personal tiene una enorme importancia en la construcción de relaciones positivas, en fortalecer nuestra autoestima y que contribuye además al cumplimiento de nuestros objetivos, empezamos a valorarla desde una arista distinta y a darle el peso y la importancia que realmente se merece.
Con cariño.
María Paz Blanco
Psicóloga y Coach.
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